sábado, 30 de agosto de 2008

Poemas

.

IGNORANCIA

El alto reloj de caoba
yace en las sombras de la sala,
cargado de años.
Los implacables minutos mueven el péndulo
y las agujas
que invocan números romanos.
Cada hora
se cumple el ritual de las campanas.
Sus engranajes siguen una rutina exacta,
sin saber el motivo.
No pueden saber que son parte de un instrumento
construido por los hombres
para medir algo intangible y férreo.
El árbol no sabe qué criatura es
(ni siquiera sabe que es una criatura),
ni por qué debe hundirse en la tierra
en busca del agua oculta.
Los órganos y vísceras
no saben que existen para cumplir una función
en el cuerpo al que pertenecen.
Los hombres no sabemos para qué existimos:
si para recorrer un camino infinito
que puede llevarnos al cielo o al infierno
o para fulgurar un instante
y después perdernos en la Nada.
Si para cumplir un destino fijo
o para seguir los caminos del azar.
No sabemos cuál es nuestra meta.
No sabemos si existe una meta.



EL DESEO

Yo nunca quise ser un simple hombre
de finales del banal siglo veinte,
condenado a ser como toda la gente,
sin un solo recuerdo que me asombre.

Yo hubiese querido vivir en el pasado,
ser un guerrero de los tiempos de Homero
o como los hombres que han encontrado
las fuentes del Nilo, como el primero

que ve desde la torre un continente
y que piensa que ha llegado al Oriente,
o un monje medieval que en su abadía

medita sobre todo lo que abarca el día.
No es imposible que alguien en el futuro
desee vivir en este tiempo oscuro.



EL INSTANTE

Me pregunto qué será lo último
que me llevaré del mundo
en el instante de la muerte.
Quizá sea el rostro de una persona que todavía no conozco,
el sonido de la lluvia en la ventana,
un rumor lejano de música, alguna percepción casual.
Quizá ocurra en la noche:
un cristalino sueño o una roja pesadilla.
Quizá sea la tenue caricia de un beso.
Quizá la memoria juegue su carta
y un recuerdo del pasado vuelva a mí, puro y límpido
como un pájaro en la noche.
Quizá sea de un pasado que ahora es futuro.

El mundo es vasto y complejo
e ignorado. A todas sus imprecisiones
acabo de agregar una más.



PINTA TU ALDEA

No hay mucho para decir. Sólo girasoles y demonios,
las mismas extrañas pupilas que en cualquier otro lugar
(al cabo de los años uno descubre
que toda persona es intrínsecamente extraña).
Nucas y ángeles, rodillas y demonios,
tu rostro y el mío ante el abismo del tiempo,
desgastados por su roce.
Muchachos en el alba peinando sus rizos,
vidas hechas ceniza por no seguir notorios instintos.

No hay mucho para contar. Sólo el áspero sabor
de la infancia y el amargo sabor de la adolescencia
y el dulce sabor del olvido. Amigos ya ancianos
con los que dialogué sobre Verlaine y Wittgenstein
en el seco cáncer de la noche.
Un gusano arcoiris se arrastra en el césped,
el hijo del vecino murió mientras dormía.
Mi aldea. Chicos que sonríen desde una fotografía
de hace cien años. Campos de tulipanes y poemas de Girri,
invasiones de Marte todas las semanas por el único canal de TV
y muchachas inocentes pero que ya han cambiado de sexo.

No hay mucho para decir. Pintar mi aldea.
Pintar mi mundo. Todo me elude y se desvanece
como el recuerdo de un cuerpo alguna vez amado.
Mi reflejo no soy yo. Es un cristal
donde mi rostro se escribe a sí mismo,
rimando cabellos y aliterando sonrisas.
La dorada textura de mi voz,
los laberintos cristalinos y pútridos de la música clásica,
el ruido de mi sangre al escuchar un caracol de mar,
son sólo la sombra de un poema inalcanzable.



POEMA DE NUEVE VERSOS

No me dejes solo.
No me niegues
lo que me has hecho conocer de ti.
Porque la muerte
es la otra cara del amor,
porque tras todas las cosas se ocultan lágrimas.
Porque el roce helado
de un instante sin nadie
hace comprender la inutilidad de todo latido.



VEN

Ven, en el silencio de la noche,
y caldéate
a la breve luz de mi fogata,
de mi turbia hoguera,
luz apenas discernible
en la inmensa oscuridad.
Ven,
antes que el frío y la lluvia y el roce del tiempo
la apaguen.



BOTELLA AL MAR

Tu ausencia
es un cáncer gris
en la inmensa noche.
Cada instante
me trae las líneas de tu rostro,
tu sonrisa, tu llanto,
la aceitunada textura de tu voz.
Cada tictac del reloj,
cada gota de la canilla,
cada latido,
encierra los jirones de una caricia.

Para los místicos,
el mayor castigo de los condenados
es haber visto a Dios
y no poder volver a verlo.
En ese caso,
estoy en el infierno.

Te daré las coordenadas
de mi cuerpo.
Te daré la geografía
de mis sueños.
Algún día hallarás mi sangre y mis silencios.
Encontrarás mi breve luz,
mi breve hoguera
aún encendida
en el frío y la oscura lluvia.
Te acurrucarás, caldearás tu pecho,
soltarás tus cabellos.
Acariciaremos nuestros párpados cerrados
con manos preñadas de ojos.
Y cada uno
descifrará el enigma del Otro.



REGRESO

He de volver al mundo.
He de volver al sencillo placer de sentir la brisa sobre mi rostro.
He de volver al embriagante roce del mar sobre la piel.
He de volver al áspero sabor del vino.
He de volver a los efímeros espectros que traza el humo del cigarrillo,
durante una charla con amigos.
He de volver a sumergirme en un libro de Joyce o de Proust.
He de volver a una canción que aún signifique algo.
He de volver a la pintura del Renacimiento.
He de volver al placer del diálogo y al placer del silencio.

Estoy viviendo el fin,
el fin de todo,
y he de volver al mundo.
He de volver
a todas las cosas que había olvidado,
arrebatado por el torbellino obsesionante, implacable,
de tu cuerpo.



UN DÍA DE LLUVIA

El papel en blanco yace en el escritorio.
Tierra baldía
esperando ser colonizada por la oscura noche
-poblada por espectros, hadas y reptiles-
del trazo de tinta.

La fría lluvia
fluye tras la ventana.

A veces los monstruos
son ciertos instantes del pasado
que vuelven sin avisar.
Un niño durmiendo en la falda,
un niño herido por palabras y miradas cotidianas,
un niño hecho de ceniza y de música.



LAS PALABRAS

Las palabras muerden.
Las palabras acechan con laberínticas garras
y antiguas mandíbulas
y con ellas no bastan
las balas de plata.
Las palabras (los rostros, también)
ocultan demasiadas cosas,
ocultan arcoiris de carne pútrida
y calles con niños hambrientos.
Palabras como “mamá” e “hijo”
ocultan hogares enhebrados con odio,
palabras como “futuro” y “libertad”
ocultan el sutil, perfeccionado látigo del amo.
Las palabras muerden.
¿Quién se atreverá a decirlas?



AUSENCIA

La herrumbre,
esa flor
que crecerá en mi tumba.
Que infesta mis palabras,
mis anhelos.
La herrumbre,
esa materia de todo poema.
Esa materia
que cubre todo sueño.
Que, ahora mismo, cubre la memoria de un cuerpo
que pudo ser el último,
un cuerpo
ya ausente.
Una muchacha que parecía salida de un libro de Chandler:
ojos negros,
mejillas pálidas
y voz bellísima y desgarrada como una mariposa
en un frasco de alcohol.



RELICARIO

Yo colecciono tus instantes.
Yo colecciono
tus miradas, tus mohínes, tus latidos.
Yo colecciono
tus palabras.
Tus silencios.
La melodiosa vorágine de tus sueños.
En mi almario
yo colecciono
trozos de imágenes, fracciones de instantes
en los que has dejado tu huella.

Eres una sonrisa
en un mundo cuyas únicas sonrisas
son de nerviosa angustia o de odio.

Eres el único adjetivo
en un inmenso páramo de sustantivos.

Yo colecciono tus instantes
en mi almario,
ese cofre con llave jamás hallada.
Yo colecciono
tus latidos, tus susurros,
la trémula danza de tus manos,
tus confidencias,
tu resplandor.
Yo colecciono tus instantes
para cuando me quede solo.



ÚLTIMO POEMA

Y aún intento
cifrar sobre el papel
memorias, fragmentos de vida, sensaciones:
el latido de mi corazón
al ver un rostro amado,
el trémulo fuego de un primer beso,
el susurro de la brisa en una tarde de noviembre,
el antiguo rumor del mar,
el sabor de la niebla en el alba,
la mirada de una muchacha.

Quizá
para que algo perdure,
para que el olvido no triunfe
tan pronto.

.

5 comentarios:

MK dijo...

Carlos, tal vez lo mío sea más la poesía que la prosa, por eso siento más esta que aquella. Hermosos y evocadores tus poemas. Ameritan a pensar.

lokacomotumadre dijo...

Realmente muy buenos poemas e interesantes relatos,saludos

Liliana Arroyo dijo...

Me mordieron las palabras no dichas de "Palabras"
Un desgarrador gusto conocer esta poesía
desde Puerto Madryn, te deseo lo mejor
Liliana Arroyo

Anónimo dijo...

Hola!
Hoy he entrado al blog. Es que estoy leyendo Estudios sobre Literatura Fantástica y por lo tanto he querido saber sobre su autor.
Me gustaron los poemas. Especialmente: Ven, El instante y Un día de lluvia al que (con el mayor de los respetos, digo) le sacaría los dos versos que forman la segunda estrofa.
Esta semana estaré entretenida contigo Carlos Abraham!Saludo cariñoso de lector a autor.
Susana ríbolo

Julieta dijo...

Hola, me ha gustado mucho los poemas,en especial "El deseo" y "El instante". Lo felicito. Saludos.